No. 48- ¿Paz u obediencia sumisa?
sobre el argumento de la rebelión en las Antillas españolas
Gracias, Baudilio, por la gentileza de la entrevista, y la inestimable compañía de José María Luque, director de Reunificacionistas en Acción, de Puertas Abiertas al Mundo Hispano. Parta desde esta tribuna un cordial saludo a su presidente don Marcelino Lastra, y un agradecimiento especial por acoger las ideas que aquí se defienden.
La junta directiva
Lejos ya parece que están los tiempos de las direcciones unipersonales, tan extrañas al espíritu moderno de las formas de gobierno en las cosas del género humano. Y como quiere Cuba española no sólo emular ese espíritu, sino hacerlo carne, desde que se pudo, se ha mantenido una Junta directiva que va cobrando protagonismo y realce en la misma medida en que gana en antigüedad. Si crece Cuba española, tanto en proyectos como en miembros, también debe crecer su Junta directiva, para inteligir, dirimir y eficazmente redimir los altísimos propósitos que se ha trazado en la defensa de los legítimos derechos históricos de todos los cubanos a la ciudadanía española, habida cuenta que nuestros ancestros fueron despojados arbitrariamente de su nacionalidad de origen por intervención inescrupulosa de una potencia extranjera. Queremos, en fin, formar parte, con el resto de los españoles y con arreglo a Derecho, del mismo cuerpo político.
Esta Junta directiva funcionará ínterim se vertebre una membresía que, en el uso de su soberanía particular, elija de su seno a los órganos de gobierno de la asociación, quienes por primera vez ejercerán sus cargos en propiedad. Antes de pasar a los directores en funciones, un reconocimiento obligado al fundador y primer presidente de esta asociación, motor impulsor de nuestros esfuerzos, cuyo indiscutible legado aún nos arropa, y en deferencia al peso de su obra, aquí una breve nota biográfica.
Presidente emérito
Ferrán Núñez. (Bucarest, 1963) es un escritor, profesor y activista de derechos humanos de origen cubano afincado en Francia. Se graduó en la Escuela Inter Armas de las FAR de Cuba y participó como asesor militar en la guerra de Nicaragua en 1985. En 1989, fue encarcelado en La Habana por sus escritos críticos contra el régimen de Fidel Castro y, tras su liberación en 1992, se exilió en Francia gracias a la Fundación Francia Libertades. Con un Diploma de Estudios Avanzados en la Universidad de París VIII, ha colaborado con medios como El Librepensador y Cubanet. Fundador de la asociación Autonomía Concertada para Cuba (ACC) y su primer presidente (2012-2020), ha publicado obras como Cuba Española. Un proyecto para el siglo XXI, España contra los salvajes, y 1868, la Guerra Civil olvidada, donde analiza la historia de Cuba desde una perspectiva revisionista. En 2020 designó a quien suscribe como su sucesor al frente de ACC, y asumió el título honorífico de presidente emérito. La junta directiva de ACC decidió otorgarle el Premio “Marqués de Cervera” cuya ceremonia de entrega se tiene prevista para finales de noviembre de 2025.
Junta directiva
Carlos García Guerrero. Desde aproximadamente 2010, se ha dedicado al estudio y promoción del hispanismo, enfocándose en los movimientos reunificacionistas, primero en Puerto Rico y, posteriormente, en Cuba. Desde 2022, forma parte de la junta directiva de la Asociación Cultural en Acción Puerto Rico-España (ACAPRE), una organización comprometida con la reunificación a través de iniciativas administrativas y culturales, como el hermanamiento de ciudades, la realización de encuentros en la isla, conferencias y la entrega del premio Héroe de Puerto Rico. Ese mismo año, solicitó la colaboración de ACAPRE con Autonomía Concertada para Cuba (ACC) en su labor de impugnación del artículo IX del Tratado de París de 1898, apoyando su demanda ante los tribunales españoles y brindando cobertura a esta causa histórica.
Víctor Manuel Montalván Mora. Ministro ordenado, teólogo y director religioso con una amplia trayectoria en la enseñanza, el pastoreo y la formación de líderes dentro de comunidades cristianas. Actualmente, ejerce como pastor principal en la Iglesia Evangélica de San Antonio «Maná» en España desde abril de 2023 y como pastor en ToivonSaattue ry, Finlandia, desde agosto de 2022. Su labor pastoral ha estado enfocada en la plantación de iglesias, la predicación, el asesoramiento y la capacitación de líderes. Cuenta con una Licenciatura en Estudios Bíblicos de Global University, complementada con un Bachiller en Teología y Biblia del Instituto Bíblico Pentecostal de Cuba. Su formación académica se extiende también al área de idiomas, con un cuarto nivel en lengua inglesa por la Facultad de Idiomas de Camagüey, Cuba. En el ámbito educativo, se desempeñó como profesor en el Instituto Bíblico Pentecostal de Cuba entre 2017 y 2021, donde impartió materias como Historia de la Iglesia y Epístolas del Nuevo Testamento. También lideró la Iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios de Cuba, donde fue Presidente Presbiterial de Jóvenes durante más de diez años.
Rolando Gallardo Torres. Destacado gestor de proyectos, creador de contenidos, historiador y docente con una profunda pasión por el análisis geopolítico, la educación y la investigación. Con una formación académica en Historia Universal y Filosofía por la Universidad de La Habana, ha construido una trayectoria profesional diversificada en medios, educación y consultoría. Actualmente, se desempeña como Director de Proyecto en Global Word News, un espacio colaborativo que busca hacer accesible el análisis del acontecer internacional a través del trabajo de investigadores, sociólogos, economistas e historiadores. Ejerció como profesor de Historia y Filosofía en U.E. JAHIBÉ, fomentando la experimentación y el desarrollo de modelos educativos innovadores. Su experiencia profesional incluye roles clave en diversas organizaciones, tales como Editorial 24, donde fue gerente de gestión y escritor; Cubita Now, como redactor; y StrategiaFactory, donde ocupó el cargo de director creativo. También ha trabajado como consultor SEO y desarrollador de negocios en Les Innov y GSV Smart, enfocándose en soluciones tecnológicas y seguridad digital. Como escritor, ha publicado diversas obras, entre ellas: El IV Reich, la conexión verde olivo, Perder el miedo para conseguir la libertad, 1492 y la venganza indígena, Ley de ajuste o el desbarajuste, Qué pasó en Beirut, y El fin del Embargo. Ha vivido en Quito y actualmente en Zaragoza, España, donde se mantiene activo en el ámbito académico y periodístico, combinando su amor por las relaciones humanas, la tecnología, la redacción y el debate en su quehacer profesional.
Maikel Arista-Salado y Hernández, presidente interino de ACC. Investigador, historiador y escritor comprometido con la recuperación y preservación de la identidad hispana de los cubanos. Mi labor se ha centrado en la documentación histórica, el análisis jurídico y la lucha por el reconocimiento de los derechos de los descendientes de los naturales de los antiguos territorios de ultramar de España. Con formación en Derecho por la Universidad de La Habana y estudios adicionales en la Universidad de Miami School of Law, Excelsior College y la Universidad de Navarra, los he combinado con mi pasión por la historia, la heráldica, el coleccionismo y el ceremonial de Estado. He publicado algo sobre protocolo, heráldica y condecoraciones en Cuba. Promuevo la restitución de la ciudadanía española para los descendientes de aquellos afectados por la desnaturalización forzosa derivada del Tratado de París de 1898.
Alianza de españoles de Ultramar (AeU)
Una nota sobre Puerto Rico… y sobre algunos puertorriqueños
al ilustre señor don Pablo Carrero, amante de su tierra
En 1864 el eminentísimo intelectual boricua don Eugenio María de Hostos explicaba en uno de sus breves artículos de prensa el porqué de cierta indiferencia en la gobernanza de aquella isla —la Esmeralda del Caribe— con respecto de Cuba, la perla. La tesis de Hostos es muy sencilla: tanto las atenciones del gobierno central cuanto las convulsiones sociales tienen una relación directamente proporcional al desenvolvimiento económico, ergo: en Cuba se mueven poderosos intereses económicos porque es inmensamente más extensa, más rica y más poblada que Puerto Rico, y por lo tanto del mismo modo serán las conspiraciones, revueltas y alzamientos, cuyo terreno es propicio para sostener insurrecciones incluso, y por lo mismo el escrutinio opresivo del gobierno sobre los individuos y sus instrumentos represivos serán de una entidad correspondiente. Hostos, sin embargo, apunta que esa indiferencia hacia Puerto Rico, de la que algunos se quejaban, no era necesariamente algo negativo, porque dejaba cierta libertad que los cubanos no tenían.
En 1870, José Pérez Moris publica sus trabajos sobre la revolución de Lares, donde indica que estaba tan bien o mejor preparada que la de Yara. Y continúa: «cuando todas estas circunstancias concurren, un libro en que con documentos fehacientes se pruebe que el laborantismo cuya existencia se niega está mas arraigado en el suelo puerto-riqueño que en el cubano, que ha dado aquí señales de vida antes que en la isla hermana y que la insurreccion de Lares no fué mas que un aborto de otra insurreccion formidable que debia estallar una semana despues simultáneamente en toda la Isla; un libro que diga lo que realmente ha pasado y puede pasar en Puerto-Rico, no podrá menos, repetimos, de ser útil á la causa española en este período constituyente revolucionario por que desgraciadamente pasan las Antillas.»
Supongamos que el alarmismo de Moris es una hipérbole de la propaganda de Estado y tomamos los datos e informaciones que ofrece con pinzas. Es una seria irresponsabilidad, como sugiere algún promotor de la nacionalidad reparativa para puertorriqueños, que la isla estuvo siempre en completa calma, salvo un día que duró la insurrección, reprimida por las fuerzas de orden público en la batalla del Pepino. Esta visión simplificada de la historia tiene varios problemas, el más serio, a mi juicio, es que, en un afán por complacer oídos, instala la noción que Lares fue una anomalía, una mutación aleatoria que rápidamente fue corregida. Nada más lejos de la realidad. Lares y Yara son esfuerzos conspirativos hemisféricos apoyados incluso por gobiernos extranjeros como Chile y Rep. Dominicana. Al tiempo que Morales Lemus representaba a los cubanos, Ruiz Belvis hacía lo propio por los boricuas, lo cual demuestra que hubo conspiración en ambas islas, proporcionales a su entidad económica y poblacional, como bien dijo Hostos.
Además de la pifia histórica, decir que los puertorriqueños estuvieron en absoluta paz es mostrar un pueblo zombie, descerebrado, que ni siente ni padece, completamente castrado e insensible. La aquiescencia incondicional rara vez tiene algún mérito. El disenso, la protesta, o incluso la rebelión son señales de que corre sangre por nuestras venas. Afortunadamente, hubo boricuas de valía que en fecha tan temprana como 1909 tuvieron los guindones bien puestos de decirle cuatro cosas y con todas sus letras al poder invasor. ¡Qué diferencia con el discurso apologético y desabrido que, para lucirse acreedor de una nacionalidad reparativa, pinta un Puerto Rico dúctil y maleable a los vaivenes políticos, ante los que se acomoda sin grandes protestas!
Esa imagen me produce asco. Y para limpiar el paladar del proyecto malhadado, aquí dejo una mordaz crítica de un puertorriqueño a la desnaturalización masiva y forzosa que produjo la aplicación del artículo IX del Tratado de París.
CUESTIÓN PREVIA
Al apoderarse de Puerto Rico los Estados Unidos, teníamos los puertorriqueños una nacionalidad reconocida: la española. Prescribía así la Constitución del Estado y ratificaba ese derecho el Código Civil. No había distinciones: hasta los hijos de los extranjeros casados en la isla, que no registraban su nacimiento en los consulados respectivos, españoles eran, para todos los efectos legales, lo mismo en el interior que en el exterior de Puerto Rico.
Conste que PICA-PICA no ha recibido el cuestionario interrogativo del señor Gobernador; lo que tiene fácil explicación, dada nuestra pequeñez, que nos coloca no en el banco privilegiado de los directores ministrables sino entre la compleja masa popular de los dirigibles.
Mas como la condición de dirigible no disminuye la de consciente que impulsa a averiguar dónde se nos lleva, y, de otra parte, la prensa diaria ha reproducido el cuestionario en sus columnas, poniéndolo al alcance de todos los entendimientos, bien podrá nuestro semanario, sin necesidad de superior invitación, emitir parecer sobre materia que interesa a todos.
¿Qué de esta opinión nuestra, no solicitada, prescindirá la Investigación oficial? Hay que suponerlo… pero lo mismo hará con las otras. No responde todo ese interrogatorio epistolar más que al propósito de distraer la atención pública, dando largas a la resolución de algo que es fundamental para nuestra política.
Al apoderarse de Puerto Rico los Estados Unidos, teníamos los puertorriqueños una nacionalidad reconocida: la española. Prescribía así la Constitución del Estado y ratificaba ese derecho el Código Civil. No había distinciones: hasta los hijos de los extranjeros casados en la isla, que no registraban su nacimiento en los consulados respectivos, españoles eran, para todos los efectos legales, lo mismo en el interior que en el exterior de Puerto Rico.
Cediendo a las exigencias del contrario vencedor, España nos retiró esa nacionalidad por el Tratado de París, dejándola a merced del Congreso de los Estados Unidos, y claramente se desprende de esta cláusula condicional que el Tío Sam, aunque interesado vivamente en la posesión de la isla, no había aún estudiado la más conveniente forma de conciliar las conexiones indispensables entre la eventualidad estratégica del territorio y los derechos políticos inalienables de sus naturales habitantes. De no ser esto así, al enarbolarse en la Fortaleza la nueva bandera soberana, hubiérase comprendido en una misma nacionalidad el suelo y los regnícolas.
Estos últimos, que para nada fueron consultados en el cambio, aguardaron pacientemente la resolución del Congreso que, tras laboriosa gestación, nos declaró no ciudadanos americanos sino «Pueblo de Puerto Rico» sometido, sin nacionalidad, a la bandera de los Estados Unidos.
Esta resolución trajo forzosamente la odiosidad de la casta. Los americanos, al venir a la Isla con su plena ciudadanía, han de tener y tienen por inferiores a los nativos, a quienes el Congreso, quieras o no quieras, mantiene en una depreciación de concepto culto, semejante a la que se adjudicaba a los indios por los españoles en las primeras décadas de la conquista.
¿Cómo explicar esta situación? Pues, sencillamente, porque el Tío Sam, preocupado con negocios de más bulto, no ha concluido aún de estudiar lo que, en definitiva, le convendrá hacer en Puerto Rico. Está por resolverse si seremos una especie de Gibraltar antillano, una factoría agrícola con vistas al gobierno propio u otra cosa distinta, y mientras a esa resolución no se llegue, con toda la calma y madurez necesarias, no tendremos los puertorriqueños ni orientación política cierta ni unidad de acción indisputable.
Es así que este cuestionario de Mr. Post recuerda aquel otro de D. Antonio Cánovas en 1865. España había ofrecido a sus colonias leyes especiales desde 1837, pero en Cuba rehuían esa especialidad elementos poderosos, y a Puerto Rico no podía concederse sin prejuzgar la solución en la isla mayor.
Decretada la abolición y terminada la guerra de secesión en los Estados Unidos, Cánovas, que vio venir al toro antinegrero, le echó un capote, solicitando aparentemente de las colonias larga información sobre lo que, en cuarenta y ocho años, había tenido tiempo de sobra la metrópoli para estudiar.
Y fue entonces que tres puertorriqueños—Ruiz Belvis, Acosta y Quiñones—no se dejaron engatusar y, antes que responder al cuestionario, dijeron:
—«Entendámonos. En Puerto Rico hay dos clases sociales: libres y esclavos. ¿Para quién vamos a legislar? ¿Para todos? Pues, empecemos por hacerlos libres a todos. Y legislemos después.»
Algo de esto nos parece que impone ahora el patriotismo, sin distinguir de fraccionamientos ni parcialidades. En once años ha tenido tiempo de sobra el Congreso Americano para determinar lo que le corresponde hacer con nosotros.
Al quitarnos nuestra nacionalidad en 1898, comprometido quedó a darnos otra. Y ese compromiso no puede eludirse sin grave desprestigio en el criterio internacional, porque no hay civilización que obligue a vivir sin nacionalidad, es decir, sin representación política colectiva, a un millón de seres civilizados.
Es hora, pues, de resolver el punto, y fuerza es resolverlo, de una u otra manera, pero concluyendo con este dualismo de nacionalidad que divide en el país las voluntades, que crea antagonismos y da fundamento a unas pretensiones de superioridad que no es en imperativa forma como han de dársenos a conocer.
Empiece el Congreso americano por cumplir lo que en un Tratado internacional pactó. Declárensenos ciudadanos americanos, sin distingos ni remilgaduras, o ciudadanos puertorriqueños en la plenitud de derechos, si es que lo otro ofrece peligro; concluya esta situación ambidiestra que perturba al país y, constituidos en una sola personalidad regional… legislamos después.
Gracias a todos,
Maikel Arista-Salado