Nota Oficial
Condolencias al pueblo español de Valencia y Cuba
En nombre de quienes seguimos de cerca los acontecimientos y compartimos los sentimientos de pesar y solidaridad, queremos extender nuestras más sentidas condolencias al pueblo español, especialmente a los habitantes de Valencia, quienes han sido duramente golpeados por la DANA más severa en su historia, con lluvias, y deslaves que recientemente azotaron la región y cuyos muertos y desplazados aún se están contando, así como al pueblo español de Cuba, en particular a las comunidades de la zona oriental, por el devastador paso del huracán Óscar, y los del Occidente, presas de los fuertes vientos de Rafael. Y por supuesto, allí donde menos llega la luz del sol, es nuestro deber alumbrar. Allí donde ni los muertos pueden contarse en paz, tanto menos descansar, es quizá donde Autonomía Concertada para Cuba invita al pueblo español y a la hispanidad a condolerse con especial atención con los cubanos, quienes sufren el agregado del más desolador y oprobioso desamparo bajo una cruenta, longeva y fétida tiranía que mantiene presos políticos y criminaliza toda expresión de libertad de sus habitantes.
En ambos casos, las inclemencias del tiempo se han transformado en tragedias que han dejado a su paso pérdidas irremplazables y heridas en las comunidades. Los valientes habitantes de Valencia han enfrentado lluvias torrenciales que han inundado calles, hogares y vidas, forzando a muchos a abandonar sus viviendas y dejando una estela de destrucción y pérdidas humanas. Del mismo modo, los huracanes Óscar y Rafael han dejado una huella profunda en ambos extremos de Cuba, provocando destrozos en viviendas, cultivos y redes de infraestructura vital, sumiendo a las familias en una situación de vulnerabilidad y tristeza que viene a agregarse a la letanía de vicisitudes y carencias que desde hace décadas lastran el bienestar de esa parte del pueblo español de Ultramar, todas ellas resumidas en una palpable falta de libertad debido a la obscena represión política de los sátrapas comunistas herederos del castrismo. A todos ellos, gobernantes irresponsables, que pronto puedan descansar en paz. Reprimir debe cansar mucho.
Queremos hacer llegar nuestro respeto y reconocimiento a todos aquellos que, en ambos territorios, han puesto de lado sus propios problemas para ayudar a otros. A las familias que han perdido a sus seres queridos en las lluvias de Valencia y en el huracán Óscar, les expresamos nuestro más sincero pésame. Sabemos que ninguna palabra puede aliviar completamente el dolor, pero esperamos que en estos momentos tan difíciles encuentren consuelo en el apoyo de sus comunidades y en la cercanía de quienes, aun desde lejos, comparten su pena.
Esperemos que el pueblo español de Cuba pueda pronto reconocerse de hecho y de derecho como lo que es, tal es el propósito de esta asociación civil en nuestra indetenible batalla en los tribunales españoles. También en las sobremesas y los imaginarios de los españoles de ambos hemisferios.
¡Por el reencuentro del pueblo español! ¡Es hora de volver a casa! ¡Viva Cuba libre y española!
Con profundo respeto y solidaridad,
Junta directiva de Cuba española
«Para España, Cuba es un sentimiento». Rolando Gallardo.
Rolando Gallardo ha hecho galas, una vez más, de su elocuencia para tratar temas históricos que nos han eludido por generaciones. En esta oportunidad, en respuesta al «debate» que terminó en un monólogo del Sr. René Serrano, incapaz de ajustarse al tema y lograr un debate realmente fructífero para ambos. En consecuencia, el debate se malogró. Y qué mejor respuesta que los incontestables argumentos del historiador Gallardo. Que lo disfruten.
Patriotas traidores, ¿y además, bandidos? (1ª parte)
Con un título similar al que identifica este epígrafe, publiqué aquí mismo hace seis meses, una pequeñísima entrega en la que enjuicié de traidora la actitud de los mambises durante la guerra del 95 ante el evidente logro cívico que fueron las elecciones de abril de 1898 en las que participó casi el 50% del padrón electoral para elegir a 30 diputados a las Cortes Generales, es decir, los cubanos desde poco después de la firma del Pacto del Zanjón elegían periódicamente a sus representantes al parlamento de la nación a la que pertenecían, un derecho que se deriva del de ciudadanía originaria, que por otra parte es inmemorial.
Dije allí:
Con casi el 50% del padrón electoral, y cifras superiores en las provincias orientales, más afectadas por la guerra, estos comicios fueron en realidad un plebiscito, en el que una clara mayoría de la población votó por la autonomía y por mantenerse dentro de España.
Para aquellos que con más mala fe que convicción han dicho públicamente que “Cuba rechazó la Carta autonómica”, he aquí una prueba que echa por tierra esa hipótesis. Queda aquí demostrado que el 48% del padrón electoral se presentó a las urnas, con cifras que superan el 50% en las provincias orientales, aun cuando estaban más afectadas por los rigores de la guerra y la suspensión de garantías. Y en esas condiciones adversas, la estadística demuestra la importancia que tuvieron esos comicios para los propios cubanos. Fue un auténtico plebiscito que tampoco fue respetado. En ese momento, los rebeldes debieron haber depuesto las armas por respeto a la voluntad popular, pero incapaces de imponer su voluntad aun con la violencia de sus propias fuerzas, cabildean la intervención de una potencia extranjera con consecuencias que aún hoy lamentamos, como la desnaturalización masiva y forzosa de españoles originarios.
Y esa es la gran traición que pesa sobre los llamados próceres, quienes jamás antepusieron los intereses generales de sus conciudadanos a los personales. ¿Qué derecho le asisten a Céspedes, a Maceo o a Gómez, o a cualquier generalucho sedicioso para quemar propiedades, extorsionar o incluso decidir sobre la vida y muerte de compatriotas? Sirvan estas líneas para reexaminar nuestro pasado con ojo crítico, y despojarnos de altares consagrados por error.
Para un mayor contexto, aquí el enlace.
En la excelente y muy respetuosa entrevista que el periodista cubano Ricardo Brown hizo a quien suscribe estas líneas por conducto de la generosa gestión de don Nelson Zapata, español boricua, antillano, ultramarino, acaso pude haber cometido el desatino de referirme a los mambises como una horda de bandidos. Y con independencia de mis propios fueros internos, no debe uno ir por la vida profiriendo insultos o adjetivos incómodos, al menos no en una primera entrevista de radio, y mucho menos cuando el que te entrevista es un destacadísimo periodista cubano como Ricardo Brown, que tuvo la enorme decencia y aplomo de aguantar mi zocatería.
Pero bueno, a lo hecho, pecho, la frase quedó dicha. Suele mencionarse que los rebeldes usaron la política de la tea incendiaria, la historiografía oficial la defiende como opción legítima en los siguientes términos:
La tragedia recurrente aumentaba porque el fuego destructor se convirtió en un arma de guerra para los cubanos alzados contra España. El General en Jefe Máximo Gómez ejecutaba con esmero “La Tea Incendiaria”, una antorcha vegetal aplicada a los campos de caña de azúcar, fábricas, y en general a toda instalación capaz de proporcionar ingresos a la monarquía ibérica.1
Que a estas alturas sigamos pensando y repitiendo que la riqueza que creaba Cuba era para la «monarquía ibérica» y no para los cubanos en primer lugar, nos da una medida de cuánto daño ha hecho la monserga infantiloide de la independencia. Se suele pasar por alto que la tea era sólo uno de los diabólicos y sanguinarios métodos o herramientas empleados por esos forajidos disfrazados de república redentora en armas: desastres, expolios, extorsiones, secuestros, asesinatos y toda clase de pillerías aterrorizando a la población indefensa adornan su repertorio. Para ello los flamantes rebeldes allá en la cúpula se dotaron de unos fueros inventados por ellos mismos, impuestos arbitrariamente a una población que no los aceptó, y para mayor desgracia, denominados con las sagradas ínfulas de leyes, una de las cuales fue el código de justicia militar, pero otras muchas disposiciones arbitrarias e injustas eran órdenes militares que, en el mejor de los casos, eran escritas.
Máximo Gómez daba órdenes precisas:
Articulo 1. Que todas las plantaciones sean totalmente destruidas, quemando la caña y los edificios aledaños, así como todos los ferrocarriles que los comuniquen a los ingenios.
Articulo 2. Que todos los trabajadores que laboren en los ingenios azucareros (fuentes de riqueza que tenemos que negar al enemigo) sean considerados traidores a la patria.
Articulo 3. Que todo aquel que se pruebe que este involucrado en las actividades descritas en el Articulo 2, sea pasado por las armas. Que todos los jefes del Ejército Libertador acaten esta orden, en nuestra determinación de desplegar triunfante la bandera de la República de Cuba, aunque esto tenga que ocurrir sobre un campo de ruínas y cenízas.
¿Cómo podemos seguir pensando que estos destrozos garantizan nuestra libertad? No, señor. Un país arruinado nunca es libre. Pero sigamos, que hay más.
En 1930 el Cap. Consuegra y Guzmán publica Mambiserías, y comienza su horrendo relato de este modo:
Como yo fui uno de los muchísimos «insurrectos» que no se tomaron la molestia de llevar «Diario de Operaciones» y no conservo otra cosa de la Guerra de Independencia, que el recuerdo del hambre y las calamidades pasadas, no estoy muy cierto si fué a principios o a fines de 1897 cuando ocurrieron los hechos a que voy a referirme en este relato positivamente histórico. De lo que sí estoy segurísimo es de que en esa época estábamos pasando más hambre y más miserias que un Maestro de Escuelas al servicio de la «Madre Patria» y de que los «gringos» nos traían a «mecha sacá», sin dejarnos tiempo ni para rapiñar alguna rabuja de boniato silvestre, o darle un toletazo a una jutía cimarrona. Válganos que de cuando en vez nos colábamos en algún pueblo y sacábamos de él, a tiro limpio, cuanto nos hacía fatla para ir tirando.
(…) fue Placetas, precisamente, la población escogida por el General Monteagudo para irle arriba (…)
(…) llegamos (…) frente a un establecimiento, al que asaltamos como buitres hambrientos, apoderándonos de todo lo que pudimos cargar, que íbamos metiendo en los «jolongos».
(…) salimos pasadas algunas horas, aunque con bajas muy sensibles, satisfechos del botín que llevábamos y del efecto moral que produciría el golpe que acabábamos de darle a los españoles en sus mismas narices.
(…) cuando al día siguiente hicimos el inventario (…) saco, pantalón, chaleco, y sombrero de jipijapa y un par de zapatos negros (…). Me vestí inmediatamente y llamé la atención en el campamento por lo elegante y lo majo que me encontraba.2
Huelgan los comentarios. Este señor capitán no tiene el menor remordimiento de sus actos, ni siquiera por el hecho de publicarse 30 años después de ocurridos, cuando se supone que la madurez alcanzada con los años de vida pinten una realidad distinta.
Esa bandera triunfante de que habla Gómez, es en realidad la bandera merecenaria y pirómana bajo la cual se quemaron los campos cubanos, se condenó al pueblo cubano al hambre y a la miseria, se condonó el robo, el pillaje y la sinrazón. Y hoy, 125 años después, todavía huele a tiranía, la más rancia y putrefacta que pueda hallarse en la historia de la Humanidad.
Con el respeto que usted, improbable lector, se merece, quédese con esa bandera triunfante, que yo me quedo la española.
Gracias a todos,
Maikel Arista-Salado
Morín Aguado, Vicente (13 de octubre de 2023). Cuba en 1898: la guerra de independencia en vísperas de la intervención norteamericana. Cuban Studies Institute (Miami, FL).
Consuegra y Guzmán, Israel (1930). Mambiserías. Imprenta del Ejército. La Habana.
Muy acertado en todo, aunque la verdad duela. Tú sigue como nuevo Don Quijote hispano de Ultramar, enfrentando los molinos de viento pseudo independentistas, y recuerda el soneto "La más fermosa" de Hernández Miyares... Alejandro González Acosta, México.