«¡Rústicos pastores, hombres sin dignidad, vientres tan solo! Sabemos forjar muchas mentiras que parecen verdades y también sabemos decir la verdad cuando nos place»
Hesíodo. Teogonía, 26-28.
Así dicen las musas en boca de Hesíodo en su Teogonía, y lo mismo puede decirse de tantos otros escribidores —y a la postre, constructores— de nuestra memoria colectiva, ahogada entre el victimismo y el odio, y luego enmascarados como pureza de ideales, ¿cuáles, diría yo? —pues vaya usted a saber. No hay pureza en el pillaje, el asesinato, el despojo y la terrible tea incendiaria. ¡No la hay!, y aquí me planto y, como reza el moto en el escudo de armas de mis ancestros: «Salgado, y salga por do saliere».
«Beligerancia» viene de la palabra bellum, que en latín significa «guerra». Belona, por tanto, es la diosa romana de la guerra, Enyo en el panteón griego. La cosmovisión griega distinguía matices dentro de una misma actividad, por ejemplo, Temis y Diké, madre e hija, ambas diosas de la justicia, pero aquella de la divina, y ésta, de la humana. Según Hesíodo, Diké vigilaba los actos de los hombres y se acercaba al trono de Zeus con lamentos cada vez que un juez violaba la justicia. Para los griegos, la guerra tenía también matices: un culto a Palas Atenea, diosa de la guerra justa, la estrategia militar, la inteligencia, etc., y uno a Enyo (Belona), que evoca y encarna su lado más oscuro y desgarrador. Se suele representar junto a Eris (Discordia):
La aborrecible Eris (Discordia) parió al doloroso Ponos (Trabajo), a Lete (olvido) y a Limos (hambre) y al lloroso Algos (dolor), también a las Hisminas (disputas), las Macas (batallas), las Fonos (matanzas), las Androctasias (masacres), los Neikea (odios), las Pseudologos (mentiras), las Anfilogías (ambigüedades), a Disnomia (el desorden) y a Ate (la ruina y la insensatez), todos ellos compañeros inseparables, y a Horcos (juramento), el que más problemas causa a los hombres de la tierra cada vez que alguno perjura voluntariamente.
Teogonía, 226-232
La propaganda nacionalista insiste en la justeza de una guerra insensata, absolutamente innecesaria, fratricida y carente de todo sustento ideológico, porque para que una guerra tenga sentido hay que buscar razones que compelan por su entidad, que persuadan con el peso de la consciencia, no con arengas de agravios y acusaciones lamentosas de persecuciones o inexplicables noes desde Madrid.
Durante la última insurrección cubana, los gobernadores Emilio Calleja e Isasi (1893-1895) y Arsenio Martínez Campos (1895-1896) dictaron bandos de indultos para los rebeldes, como ha venido haciendo España desde que la consciencia se apiadó de los hombres (si hubiere dudas, pregúntenle a Puigdemont). Pues bien, allá iban los cubanos a entregarse al indulto, una y otra vez, y con la misma avidez regresaban luego a la manigua a seguir con el cuento de la malanga . ¡Qué integridad la de esos hombres! ¡Cuánto patriotismo!
Unos patriotas tan comprometidos con obligar a los cubanos a ser libres que se inventaron la definición de la libertad misma, y todo el que no estuviese de acuerdo, todo el que pusiese en duda esa verdad revelada no era cubano… no aprendimos la lección entonces, no la aprendimos 60 años después, y al paso que vamos, no la hemos entendido aún, y para cuando la entendamos quizá no haya país ya entre el hambre, la desesperación y los derrumbes. ¿El país se va a la mierda? ¿Se desvanece? ¿Se exilia? ¿Se muere? Lo mata el brazo de hierro ensangrentado. Me suena esa frase, ¿dónde la habré leído antes?
Divago. Vayamos al grano: la beligerancia a cojones. Esta historia consta de varias piezas que en un principio parecerán inconexas, pero irán cayendo en su lugar, y la primera pieza comienza en el Perú, en 1864, un soleado día de abril, digamos que fue soleado.
Pieza n.º 1: Perú, mierda seca y un incidente diplomático
España se negaba a reconocer las independencias de las repúblicas americanas e insistía en reconquistarlas. Aunque salió relativamente en pie de la Conferencia de Viena después de las guerras napoleónicas, las guerras carlistas y la enorme corrupción de Madrid hacía mella en el poderío naval de la Real Armada. Entretanto, Perú facturaba una fortuna vendiendo guano. ¿Qué es guano y para qué sirve? Para no divagar: es mierda seca de aves, y se usaba como combustible para los barcos de vapor que ya se estaban introduciendo en las marinas de Europa y Estados Unidos. Tenía tanta demanda que el Congreso estadounidense aprobó la Ley del guano en 1840, la cual permitía a ciudadanos de ese país reclamar como propio cualquier territorio insular cubierto de guano, y el peruano era el de mayor calidad. El guano peruano venía de las islas Chincha.
En abril de 1864, una escuadra española, presuntamente con fines científicos, llega al Perú, pero sus autoridades no permiten que se abastezca de combustible, y en respuesta, la escuadra ocupa las islas Chincha en ese día aciago y soleado. El Perú no puede permitirse dejar de facturar su bendito guano, pero tampoco tenía una marina para desalojar la escuadra española, con lo cual el gobierno tuvo que aceptar las duras condiciones impuestas por España en el Tratadso Vivanco-Pareja: una millonaria indemnización y una disculpa, lo cual fue apreciado como una humillación por una parte de la población peruana, y cuyo manejo desencadenó una guerra civil que derrocó al presidente Pezet y puso en la presidencia a Manuel Ignacio Prado.
Pieza n.º 2: Chile y su doctrina Monroe a la chilena
Aquí entra Chile, una de las contadas repúblicas hispanoamericanas reconocidas por España (1844), después de México (1836), Ecuador (1836), Venezuela (1845), Argentina (1859), etc., pero era el único que había desarrollado una exitosa marina con la ayuda de Inglaterra, del almirante Cochrane y de marinos ingleses que habían quedado sin empleo con el fin de las guerras napoleónicas y la paz de Viena, y el único con una democracia ejemplar, que vio su primera guerra civil en 1891. Para que entendamos: Chile era la potencia expansionista en la América del Sur. Pensemos que el territorio de la capitanía general de Chile bajo efectivo control español era poco más allá del valle de Santiago de Chile, porque el resto era de la gente de la wuñelfe y para fines del siglo XIX la soberanía chilena era reclamada hasta en la Antártida, por lo tanto, la afrenta española al Perú era un ataque directo a la hegemonía chilena en la zona. Y Chile no iba a permitirlo, ¿por qué?
Se habla hasta la saciedad de la doctrina Monroe, impulsada en 1823 en un mensaje presidencial, pero todo Estado suficientemente fuerte desarrollará una política semejante. No se habla, por ejemplo, de la doctrina Alamán y su Pacto de Familia, con el que México pretendía ser la cabeza de una confederación de Estados hispanoamericanos.
Chile, por su parte, no se quedó atrás, y su política expansionista se denominó americanismo, cuyo mejor exponente fue quizá don Benjamín Vicuña McKenna, uno de los padres fundadores de la república chilena, y sobre el que volveremos en sucesivas entregas.
La doctrina Monroe ni fue tan especial, ni fue tan efectiva. Países como México y Chile tuvieron sus propias versiones de un expansionismo que se consideraba normal para la época. ¿Dónde estaba la doctrinita cuando España ocupó las Chincha, o a Francia se le ocurrió crear el 2º Imperio? ¿Dónde estaba la doctrina cuando Gran Bretaña se quiso quedar con el Esequibo? En fin, si los estadounidenses hubiesen querido aplicar la DM a rajatabla la habrían convertido en ley federal, pero en fin, divago.
Pieza n.º 3: ¿Tú me bombardeas Valparaíso? Yo te quito Cuba
Chile declara la guerra a España en 1865 y consigue armar un paripé de repúblicas aliadas para darle fuste al conflicto. Así las cosas, España bombardea Valparaíso y en venganza, Chile decide espoliar los ánimos independentistas de cubanos exiliados en Estados Unidos asociados como Junta republicana de Cuba y Puerto Rico. El gobierno chileno nombra a Benjamín Vicuña McKenna como agente confidencial con la misión de contactar con los rebeldes y ofrecer apoyo diplomático, hombres, armas y buques de corso (de aquí sale la bandera que se atribuye a Céspedes, pero en realidad, fue creada en un despacho de Santiago de Chile, como tuvo el coraje de decir el nieto de Vicuña McKenna en 1943 durante un viaje a la Habana y frente a los académicos de la Historia, Emeterio de Santovenia, Llaverías, y toda la banda de vacas sagradas).
Fin de la primera parte.