Yo sé que es bastante, siéntate, despacito, toma agua, respira hondo… que todavía falta…
Recapitulando: en la 1ª entrega, publicada en abril de este año, Raíces tan profundas como justo es el derecho que reclama el pueblo español de Cuba, el eje temático principal fue la demanda judicial interpuesta en la Sala de lo Contencioso de la Audiencia Nacional, que persigue la expulsión del artículo IX del Tratado, porque es nulo, en esa entrega aduje un rosario de ilegalidades. El objetivo es la denuncia, derogación o declaración de nulidad de ese artículo, que cese la obligación del Estado español de desconocer a sus propios hijos. Y aunque no podemos impugnar el tratado directamente, sí es posible impugnar, porque la ley lo permite, la negativa del ministro de Asuntos Exteriores español a denunciar el artículo IX del tratado, de tal suerte que el tribunal no puede decidir sobre dicha orden si no se pronuncia sobre la constitucionalidad del susodicho artículo.
Este tratado no sólo despojó a España de sus territorios ultramarinos, como Cuba y Puerto Rico, sino que también forzó la desnaturalización masiva de ciudadanos españoles originarios de estos territorios, un acto que vulnera normas imperativas de Derecho internacional general (ius cogens), al vulnerar uno de los aspectos más raigales y neurálgicos de la personalidad: la expresión del vínculo político de los individuos, aquello que te hace país, con lo cual los lazos ancestrales de sus habitantes quedaron también irremediablemente dañados. La demanda actual busca restituir los legítimos derechos históricos de todos los cubanos a la ciudadanía española. De acuerdo con el más reciente auto judicial de la Sala, el caso se encuentra visto para sentencia, o como dice el documento: para votación y fallo.
Se habló también de los orígenes de este movimiento desde las luchas frontales de Rafael María de Labra, para mí uno de los intelectuales más descollantes que ha dado Cuba, hasta los esfuerzos de otros dos ilustres cubanos: José Ramón Morales y Ferrán Núñez, fundador y primer presidente de Autonomía Concertada para Cuba.
2ª entrega: Intitulada Una sentencia histórica para un problema histórico, retoma el hilo conductor de la ilegalidad del art. IX del Tratado por la clara violación de (1) normas imperativas de Derecho internacional, o ius cogens, a saber: el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libre autodeterminación, (2) del Protocolo de Paz de 12 de agosto de 1898 y en particular su artículo VI, (3) de normas constitucionales españolas, (4) de leyes españolas reguladoras de instituciones civiles fundamentales. Si deseas saber más sobre este tema, aquí te dejo el capítulo V del Informe de la Comisión de Derecho internacional A/74/10, y para el que quiera empaparse realmente darle al duro y sin guante, tomad nota de la Conclusión 5, página 173 y ss., donde se habla de la metodología para determinar cuándo una norma es ius cogens. Sobre esto volveremos en otra entrega.
En esta 3ª entrega, siguiendo el hilo conductor de la noción doctrinal de nulidad del Tratado, o en este caso del artículo IX, es preciso ir de lo general a lo particular, y propongo comenzar, improbable lector, con la ayuda audiovisual de la Prof. Patricia Tarre Moser, abogada especializada en Derecho internacional, y más concretamente en Derechos humanos, el núcleo en cuyo redor se ha ido consolidando la disciplina de Vatel y Grocio. Estudia Derechos Humanos (YouTube, 2022). En este video, Patricia explica someramente cuáles son los elementos a tener en cuenta para determinar que un tratado, o parte de él, es nulo de pleno derecho.
Es obvio que el artículo IX es nulo por incompatibilidad del objeto. La ciudadanía es una intimidad entre el individuo y una abstracción que hemos convenido en llamar Estado, por lo tanto, en realidad, la ciudadanía o nacionalidad es la ficción jurídica que permite la cohesión de un país, porque si todos estamos conectados con el Estado, y el Estado es una abstracción, una ficción, pues en realidad todos estamos conectados entre nosotros mismos, para existir colectivamente. El Estado no podrá traficar con aquello que no es suyo. Valga para el Estado español en 1898, pero valga para el Estado cubano en 2024, secuestrado como se encuentra hace casi 7 décadas por una banda de cuatreros y asesinos que ejercen el poder de la forma más tiránica (la maldita cultura del machete), al punto que han puesto en el texto del proyecto de la nueva ley de migración, que el Estado tiene la capacidad de retirar la ciudadanía a aquellos cubanos que se manifiesten contra el Estado. La permanencia de esa tiranía por más tiempo se traduce en muertes, hambruna, carencias y miserias de toda clase para los cubanos de la isla, y en profunda tristeza para los que logran escapar de ella. Esta norma que probablemente aprobará el escuchamiento nacional —¡oh misterio divino!— por unanimidad, es profundamente ilegal, inconstitucional, y una aberración de vuelta y media.
Pero si entendemos que ese acto de privación de una ciudadanía de origen es espurio, ilegítimo porque la ciudadanía no es un bien del Estado, es un vínculo de las personas, un derecho fundamental, entonces, si para algo sirve esa desgracia, es para que aquellos cubanos que se oponen a esta iniciativa que lleva ACC, comprendan que eso mismo ocurrió de manera masiva y forzosa con la entrada en vigor del Tratado de París, y que si ellos se molestarían si el Singao y Cia. les quita su ciudadanía cubana, debe entenderse que hubo españoles que sufrieron al ver el despojo más vil escrito en ley, y que es de justicia que los cubanos individualmente tengan la libertad de irse a donde les dé la gana, y si para salir de ese infierno se tienen que hacer españoles, pues mira, creo que saldrán ganando, porque su identificación familiar o comunitaria permanecerá siempre incólume. La ciudadanía, sin embargo, es una relación jurídica que te permite el disfrute de otros derechos para la plena realización del individuo, y de la familia. Defender el derecho que tiene todo cubano a reclamar sus legítimos derechos históricos a la ciudadanía española es lo mismo que reclamar el derecho que tienen los cubanos de continuar siendo ciudadanos de ese Estado (mientras ese Estado exista), pero el Estado no puede cortar esa relación motu proprio.
Fragmento tomado de entrevista de Baudilio Martínez publicado el 4 de abril de 2023, Original aquí.
Hubiese sido espectacular haber hecho las cosas bien, pero no las hicimos bien. Todos somos colectivamente responsables de nuestro destino como nación, Negar que ese Estado represor usa todo su poder para lograr la exterminación del pueblo cubano es insistir en el yerro. La forma de desembarazarse de él es cortando el vínculo principal y fundamental que es la ciudadanía, y que debe ser un derecho de cada cubano, en el ejercicio de la autonomía relativa de su voluntad escoger dónde quiere vivir, cómo quiere vivir y hasta cuál puñetera ciudadanía tener, al menos eso, para vivir con la mayor libertad posible. Negarlo es insistir en el yerro.
Y aquí viene la guinda al pastel…, ¿después de habernos metido siglo y cuarto enseñando a nuestros hijos que la carga al machete tiene algún mérito, o es admirable o inspirador, y que todo se resuelve con el machete, o que el mambisado tiene alguna gloria intrínseca, o hay algo de honor en desconocer la voluntad popular expresada en elecciones, o que pactar con el extranjero que invada el suelo nacional sin dar ninguna explicación? El hubris de esta gente es tan gigantesco que además se arrogan unos derechos divinos sobre la vida y muerte de sus prójimos, sus propiedades, sus pensamientos, y ¡cómo no! también su ciudadanía. La saya le sirve a los mambises de entonces, y a los que todavía hoy se creen que son mambises. Pero a lo que voy: exaltar el machete es exaltar la violencia, el desafuero y la impunidad, es elevar nuestra convivencia fuera del Derecho, sometidos a la arbitrariedad.
Enseñar a nuestros hijos que la Protesta de Baraguá tiene algún mérito, cuando el Pacto del Zanjón, enterrado bajo toda clase de libelos, tiene mucho más valor cívico, es realmente formar una generación propensa a la violencia, que no sabe resolver sus problemas de otra manera, porque sus constantes referentes son personajes que no respetan el orden ni la ley. El Zanjón tiene mucho más valor cívico que Baraguá porque todo acuerdo, todo entendimiento obtenido con la libre concurrencia de las partes está en equilibrio. El pacto, el entendimiento y la absoluta sumisión a lo pactado siempre tendrá más valor cívico que la violencia.
Notas a comentarios
¿Te ñamas? Te ñamabas
Aquí y aquí los artículos publicados por Cuba con H de Ortografía (X, 2024) a los que me refiero en la nota sobre Quintín Bandera.
¡Envidia! (el toque de humor de la semana)
Lo nuestro siempre es lo mejor…
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Maikel Arista-Salado